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Crónica completa del concierto de H.E.A.T en La Riviera de Madrid el 23 de mayo de 2025. Emoción, invitados sorpresa y un llenazo que quedó para la historia

Hay conciertos que se anuncian a bombo y platillo, y otros que se cuelan en la agenda como un secreto a voces que todos los buenos amantes del rock melódico marcan en rojo. El concierto de H.E.A.T. en La Riviera era uno de esos. No era una gira colosal como las de AC/DC o Iron Maiden, pero sí una de las fechas más esperadas para quienes seguimos de cerca a la escena sueca del hard rock. La promesa era clara: un concierto especial en Madrid, con un set que incluiría sorpresas, momentos íntimos y, para colmo, la grabación de un DVD en directo. El ambiente no podía ser mejor.

Desde la previa ya se notaba algo distinto

Horas antes de que se abrieran las puertas, el entorno de la sala ya desbordaba ilusión. Cerveza en mano, camisetas de gira, charlas entre fans veteranos y nuevos. Una tarde con aroma de acontecimiento. Dentro, La Riviera mostraba un lleno absoluto que hablaba por sí solo: los suecos siguen muy vivos en el corazón del público madrileño.

Hitten: la apertura con sello nacional

La noche arrancó con los murcianos Hitten, que no desaprovecharon la ocasión. A veces no es fácil para una banda abrir un evento con tantas expectativas, con una sala llena y un público deseando ver al cabeza de cartel. Pero más allá de que esto pudiera intimidar, no les achicó lo más mínimo. Los Hitten cuentan con un ejército de fieles que les arroparon desde el primer acorde hasta el último grito, y eso se notó.

Con actitud y solvencia, ofrecieron un show vibrante que conectó rápido con el respetable. Sonaron compactos, seguros y con muchas tablas. Lejos de achicarse por la magnitud del evento, salieron a ganar y dejaron el listón bien alto para la llegada de los protagonistas. Su setlist fue una auténtica declaración de intenciones, con temas potentes como “While Passion Lasts”, “Mr. Know It All” o “Blood from a Stone”, que caldearon el ambiente desde el primer minuto.

Arranca el show principal: H.E.A.T en estado de gracia

Pasadas las 21:15, con “The Heat Is On” ambientando la sala, uno a uno los miembros de H.E.A.T. fueron subiendo al escenario. La primera en sonar fue “Disaster”, y con ella se desató el delirio. Saltos, gritos, brazos en alto y una conexión inmediata entre banda y público. Sin darnos respiro, cayeron “Emergency” y “Dangerous Ground”, en una tríada inicial que dejó claro que la noche sería intensa.

Kenny Leckremo, siempre simpático, se mostró especialmente emocionado, menos saltarín que en otras ocasiones pero con una expresividad brutal. Su voz, intacta. Su entrega, total.

Tras un pequeño respiro, llegaron otros hits como “Hollywood” (que ya se ha ganado un lugar entre los imprescindibles del repertorio), “Rise”, “Nationwide” y la más reciente “Running to You”. Esta última demostró ser pegadiza, bailable y perfectamente integrada en un set que no daba tregua. La Riviera era una fiesta.

Fue entonces cuando Kenny, con la voz quebrada por la emoción, agradeció el lleno de la sala y compartió con el público un momento especial al recordar su primer concierto con la banda en 2009. Lo que vino después fue mucho más que una simple dedicatoria: durante la interpretación de «Cry», la emoción pudo con él. Se vino abajo literalmente, hasta el punto de no poder seguir cantando. Las lágrimas lo vencieron en mitad de la canción y, al terminar, se derrumbó completamente sobre el escenario, visiblemente superado.

Yo desde donde estaba no podía hacer otra cosa que mirar con ternura… y pensar que si hubiera estado un poco más cerca, me habría subido a darle un abrazo. Pero para eso ya estaban sus compis de banda, que se acercaron sin dudarlo a reconfortarlo como solo una auténtica familia del rock sabe hacer. La sala entera lo acompañó, primero en silencio absoluto y luego con todo el mundo cantando a pleno pulmón. Fue un momentazo de esos que te dejan huella.

Sorpresas y emociones fuertes: la aparición de Eric Grönwall

Después de ese punto emocional, llegó otro subidón con “Beg Beg Beg”, pese a pequeños fallos de sonido que no lograron empañar el clima de fiesta. Luego un solo de batería que sirvió de puente para lo inesperado: Eric Grönwall aparecía en escena.

La Riviera explotó. Quienes vivimos su etapa en H.E.A.T. sabemos lo que significa. No solo vino a saludar, sino que interpretó tres canciones que hicieron historia: “Breaking the Silence”, “Inferno” (que se marcó en solitario) y “Living on the Run”, esta última a dúo con Kenny, en un momento irrepetible. Miradas, guiños, complicidad total y un público rendido a sus pies. La emoción era palpable.

Tramo final con la energía intacta

Eric se despidió, y lejos de decaer, el concierto siguó con la banda actual manteniendo el pulso en alto. “Back to the Rhythm”, “Bad Time for Love”, “1000 Miles” y “One by One” dejaron claro que la fiesta continuaba.

El set principal cerró con “The End”, que se interpretaba por primera vez en directo. Una buena canción, pero que quizá no terminó de convencer como broche antes de los bises.

Y es que el cierre definitivo vino con “Point of No Return” y “A Shot at Redemption”. Esta última, pese a ser uno de los temas más coreados, genera ciertas dudas como despedida. Al menos para quien firma estas líneas, recuerda a lo que pasa con “Mighty Quinn” de Gotthard: buena canción, pero para mi gusto no es la que elegiría para irme a casa. De algo me tenía que quejar ¿no?

Pues hasta aquí llegamos. El concierto fue mucho más que un repaso a grandes canciones. Fue una celebración sincera del rock melódico en su máxima expresión. Una reunión de generaciones unidas por un mismo idioma: el de la música en directo, el de las emociones compartidas, el de las guitarras que hablan y las voces que abrazan.

A mitad del concierto, Kenny nos recordó algo que terminó resonando incluso más que los riffs: que el rock es una familia. Una familia grande, ruidosa, diversa, con sus rarezas, pero una familia al fin y al cabo. Y como tal, anoche nos sentimos todos: hermanos de sangre musical, abrazados por esa energía que solo se genera cuando una banda lo da todo y el público responde con el alma.

No vamos a entrar en tecnicismos sobre el sonido, la ejecución o los efectos. Porque anoche, sinceramente, todo eso quedaba en un segundo plano. Lo importante fue lo que nos llevamos dentro. H.E.A.T. nos hicieron cantar, saltar, reír, llorar y, sobre todo, nos hicieron sentir vivos. Y eso, hoy más que nunca, es un regalo.

Nos vamos con la sonrisa tonta, el corazón lleno y el convencimiento de que noches como esta justifican toda una vida de amor al rock. ¡Gracias, H.E.A.T.!

Crónica de Óscar Ricoy

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  1. En el lugar donde yo estaba ubicado la banda Hitten sonó saturada de sonido y apenas si pude apreciar su buen hacer. Afortunadamente, la cosa mejoró sustancialmente con H.e.a.t que hizo un concierto impecable. El único «pero» lo pongo en que el único invitado fue Erik Gronwall y listo; me esperaba yo a Tobias Sammet haciendo uno de los temas de lo que fue su segundo LP a dueto con Kenny Leckremo o la inclusión de «In and Out of Trouble» en el repertorio con el saxofonista que tocó el solo. Lamentable también fue una reyerta que hubo por parte de un par de tipos que pronto solucionó el personal de seguridad del recinto tanto al principio de la actuación de Hitten como luego casi a más de la mitad de la de H.e.a.t pero bueno…en fin.

    • Ostras! pues por nuestra zona ni nos entremos de la movida… Una pena que siga habiendo gente que pierde los papeles en eventos de este tipo, que siempre deberían ser una celebración. Gracias por el aporte!