¡Hail, Hail, Rock and Roll¡ (Parte 2 de 3)

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Segunda entrega de ¡Hail, Hail, Rock and Roll¡ un relato de ficción sobre este mundillo que os hará pasar un buen rato.

De regreso a casa, Doc flotaba en una nube, a la que contribuía y no poco, la media docena de cervezas y los tres porros, que se había metido en el cuerpo. El concierto del viernes era la oportunidad que llevaba esperando tanto tiempo. Y para celebrarlo, nada mejor que quedar con su churri. Pensó en llamarla. Pero recordó que la madre estaba de noche y el padre se había largado cuatro años atrás. Mejor, aparecería por sorpresa y le daría el notición en persona. Seguro que hoy mojaba. Cerca de su casa, recordó que no tenía preservativos. Se palpó la zamarra y comprobó que la navaja estaba en el bolsillo interior. Eran las 21 45 h. cuando Doc procedía a atracar a punta de navaja y cara descubierta, la farmacia de la calle en la que vivía; llevándose un botín compuesto por 2 cajas de Rohipnol, 2 paquetes de preservativos, uno de ellos con sabor a fresa y talla extragrande y un frasco de píldoras anticonceptivas. Después, dió las buenas noches al farmaceútico, salió a la calle. Caminó setenta y cinco metros y se introdujo en el segundo portal de la izquierda, que era donde vivía su novia.

    Fran no veía tan buenas perspectivas como Doc, aunque seguramente las tenía bastante mejores. El hecho de tener que quedarse en casa estudiando, no contribuía en nada, a hacerle feliz. Pero sus padres habían amenazado con retirarle la asignación, sino empezaban a ver resultados. Y  ¡que demonios¡ El viernes tendrían su primera actuación. Puso la radio a medio volumen y comenzó a bailar al ritmo de “Miss You», de una manera muy similar, a como pudiera haberlo hecho C3PO.

    El farmaceútico Don Juan Mucosán, también se había pasado un largo rato en un estado de confusión mental, similar al de un shock. El hecho de que el hijo de unos vecinos y clientes de toda la vida, hubiera atracado su farmacia a punta de navaja y cara descubierta, para llevarse 2 cajas de Rohipnol y unos preservativos con sabor a fresa, había logrado tambalear sus convicciones como católico practicante, las cuales había mantenido muy orgulloso, durante sus 58 años de existencia. Si aquello podía ocurrir, entonces también era posible, que Dios jugase a los dados con nosotros. 

    Un poco más recuperado, el farmaceútico encendió un cigarrillo, cogió el teléfono y marcó el número  de la casa de los señores Do Remí, padres de aquel extraño muchacho conocido como “Doc Dioptrías”.

    Raquel, conocida en toda la ciudad, como “la chica del asiento de atrás”, era la novia oficial de Doc. Esto era un hecho, por el que se sentía bastante orgulloso, aunque sólo fuera por un motivo tan baladí, como por que fuera 10 cm más alto que ella, lo que estaba bastante bien, considerando que Doc medía uno sesenta  y cinco escaso.

      En aquel preciso momento, Doc creía haber alcanzado la perfección como amante. Llevaba un buen rato metiéndole mano a su novia, pero en los últimos dos minutos, ella no había de revolverse y  gritar como una poseída. Doc, bajo los efectos del hachix y el alcohol, atribuyo aquello a lo que él llamaba su dedo mágico. Fué necesario un mordisco de Raquel y un grito de socorro, para hacerle caer el la cuenta, de que aun tenía entre sus dedos mágicos, las llaves del coche.

    Fué una verdadera lástima que Doc no tuviera tiempo de enmendar su error, ya que cuando procedía a intentarlo, la puerta de la habitación se abrió y Doc vió a la madre de Raquel, acompañada de un tipo, que parecía campeón mundial de halterofilia. Presa del pánico y completamente desnudo, Doc se levantó bruscamente de la cama, derribando en su loca huída a Raquel, a la madre, al campeón de halterofilia y a una mesita de madera y un jarrón de porcelana, que se encontraba justo encima.

    Cuando salió a la calle, tras un largo rato escondido, tras una maceta del portal, Doc se encontró con que las perspectivas no eran tan buenas como había imaginado en un principio. A la derecha se encontró a su madre  y a la izquierda a la policía. Aun no habían transcurrido 16 horas desde su puesta en libertad, cuando Doc volvía a encontrarse de nuevo en su celda reservada de la prisión municipal. ¡ Hogar, dulce hogar¡

    Increiblemente, por tratarse de la vez número tropecientos, en los últimos tres años, Doc consiguió que sus padres volvieran a pagar la fianza de nuevo. Así que la mañana del viernes, justo el día del concierto, en que se daban a conocer mundialmente, volvió a encontrarse libre.

    Pese a todo ello, o quizás precisamente por ello, el horno no se encontraba para bollos y nada más entrar en el coche, Iñigo recibió una muestra de cariño paterno-maternal de tal magnitud, que deseó encontrarse de nuevo en la soledad de su celda. La llegada al hogar sirvió para apaciguar los ánimos de la familia y la comida y la ronda de transilium y  JB, no tardaron en mostrar sus beneficiosos efectos sobre las relaciones afectivas de los tres miembros de la familia: padre, madre e hijo.

    Eran las 20.15 horas, cuando Doc cogió su cazadora, su guitarrra y su amplificador y salió de casa, para ir al concierto.

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Relato de Ricardo Canosa

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